En todas las ciudades busco siempre
un hotel que llevara el nombre de ella.
El Regina de Roma y su fachada
severa y gris, fascista, de granito.
El Regina de Londres, frente a un parque
tristísimo al crepúsculo. El Regina
con las piedras negruzcas de Bruselas.
El cálido Regina de París,
junto al «quai» solitario de barcazas.
El Regina y su zócalo de moho
lamido por las aguas oscuras de Venecia.
Y cuando ella murió, y él no viajaba ya,
el último Regina, en el bullicio
del centro, en Barcelona,
le acogió con sus gélidos espejos
y con su delicada marquesina
de hierro y de cristal en la calle Bergara.
Regina amada, hoteles y mujer:
algunos negros bultos en la noche,
la caldera encendida y los neones
de tu nombre, violentos de tanta soledad.
Ciudades que están llenas de imprevistos
hitos de amor.
Archivos Mensuales: enero 2020
Incienso – María Elvira Lacaci
Incienso.
Olor que me penetra
rasgando los sentidos.
Y huyo.
Me siento acorralada
por ese olor vivísimo.
Partículas quebradas
de una luz lejanísima
se adentran en mi alma, hoy todo sombra.
Incienso.
Un Dios,
amordazado por la Vida,
intenta liberarse. Inútilmente.
Incienso.
Acaso un día,
al aspirar tu aroma penetrante,
no huya. Arrollándolo todo.
Seguida y perseguida
por un fantasma amado:
El Dios de mi niñez. Que olía a incienso.
Nocturnalia – Joan Brossa
A Pepa
Pura contra la noche está mi mano,
Riqueza y fuerza me echaré a la espalda;
Busco la calma en lo que pensar pueda,
Donde empieza la queja trazo raya.
Suelen bastarme el hombre y su misterio,
El azufre que hiero no me daña;
Pero la suma escapa al juicio humano,
y me sacude el trueno y raya el rayo.
Pero no digo que mi error lamente:
-¡Echa raíces, olvidada tierra!
En torno de tu amor dialogando,
Cuanto retengo piérdolo con ansia:
Ni siento horror de morir como pienso
Ni pensar como muero me entristece.
A Pepa
Pura contra la nit la meva mà,
Riquesa i força em tiraré a l’espatlla;
Busco la calma en el que puc pensar
I on recompença el plany traço una ratlla.
L’home i el seu misteri em sol bastar,
El sofre que copejo no m’espatlla;
Però la suma escapa al seny humà,
I el tro em fa trontollar i el llamp em ratlla.
Però no dic que senti el meu error:
-Omple’t d’arrels, oh terra desatesa!
Dialogant entorn del teu amor,
El que retinc, ho perdo amb avidesa:
Ni de morir com penso sento horror,
Ni de pensar com moro em ve tristesa.
Nocturno – Xavier Villaurrutia
Todo lo que la noche
dibuja con su mano
de sombra:
el placer que revela,
el vicio que desnuda.
Todo lo que la sombra
hace oír con el duro
golpe de su silencio:
las voces imprevistas
que a intervalos enciende,
el grito de la sangre,
el rumor de unos pasos
perdidos.
Todo lo que el silencio
hace huir de las cosas:
el vaho del deseo,
el sudor de la tierra,
la fragancia sin nombre
de la piel.
Todo lo que el deseo
unta en mis labios:
la dulzura soñada
de un contacto,
el sabido sabor
de la saliva.
Y todo lo que el sueño
hace palpable:
la boca de una herida,
la forma de una entraña,
la fiebre de una mano
que se atreve.
¡Todo!
circula en cada rama
del árbol de mis venas,
acaricia mis muslos,
inunda mis oídos,
vive en mis ojos muertos,
muere en mis labios duros.
Amor – Jaime Torres Bodet
Para escapar de ti
no bastan ya peldaños,
túneles, aviones,
teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
con el hombre que escapa:
el silencio, la voz,
los trenes y los años,
no sirve para huir
de este recinto exacto
-sin horas ni reloj,
sin ventanas ni cuadros-
que a todas partes va
conmigo, cuando viajo.
Para escapar de ti
necesito un cansancio
nacido de ti misma:
una duda, un rencor,
la vergüenza de un llanto;
el miedo que me dio
-por ejemplo- poner
sobre tu frágil nombre
la forma impropia y dura
y brusca de mis labios…
Te quiero… – Luis Cernuda
Te quiero.
Te lo he dicho con el viento
jugueteando tal un animalillo en la arena
o iracundo como órgano tempestuoso;
te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
te lo he dicho con las plantas,
leves caricias transparentes
que se cubren de rubor repentino;
te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta;
más allá de la vida
quiero decírtelo con la muerte,
más allá del amor
quiero decírtelo con el olvido.
Contigo – Raquel Lanseros
Porque no vive el alma entre las cosas
sino en la acción audaz de descifrarlas,
yo amo la luz hermana que alienta mis sentidos.
Mil veces he deseado averiguar quién soy.
Después de tantos nombres,
de tanta travesía hacia mi propia brújula,
podría abrazar la arena durante varios siglos.
Ver pasar el silencio y seguir abrazándola.
No está en mí la verdad, cada segundo
es un fugaz intento de atrapar lo inasible.
La verdad no está en nadie, y aún más lejos
yace de un rey que de cualquier mendigo.
Si alguien está pensando en perseguirla
no debe olvidar esto:
el fuego ha sido siempre presagio de declive
como la intensidad antesala de olvido.
Cuando mis ojos vuelvan al origen,
pido un último don.
Nada más os reclamo.
Poned en mi sepulcro las palabras.
Las que dije mil veces
y las que habría deseado decir al menos una.
Guardad en mi costado las palabras.
Las que usé para amar,
las que aprendí a lo largo del camino,
las primeras que oí de labios de mi madre.
Envolvedme entre ellas sin reparo,
no temáis por su peso.
Pero cuidad con mimo la palabra contigo.
Tratadla con respeto.
Colocadla
sobre mi corazón.
La verdad no está en nadie, pero acaso
las palabras pudieran engendrarla.
Quizá entonces aquel a quien dije contigo
y para quien contigo fue toda su costumbre,
se acostará a mi lado con ternura,
juntos en el vacío más sagrado,
cuando la eternidad toma nuestra medida,
cuando la eternidad se pronuncia contigo.
En la región de los lagos – Joseph Brodsky
En aquel tiempo, en el país de los dentistas,
-sus hijas mandaban a Londres los pedidos,
sus tenazas izaban bien sujeta en bandera
una muela del juicio que no tenía dueño-,
yo, ocultas en la boca unas ruinas
más limpias que lo estaba el Partenón,
espía, bandolero, quintacolumnista
de una podrida civilización -de hecho
profesor de bellas letras-, vivía
en un college junto al principal
de los Grandes Lagos, adonde
me habían llamado a emplear el potro
con los adolescentes del lugar.
Todo lo que escribía en aquella época,
se reducía sin remedio a puntos suspensivos.
Aterrizaba en la cama con lo puesto.
Y si me daba por examinar el techo,
de noche, en busca de una estrella,
ella caía, acorde con la ley del fuego,
por la cara a la almohada sin dar tiempo
a que yo formulara siquiera un deseo.
Pureza – Gilberto Owen
¿Nada de amor -¡de nada!- para mí?
Yo buscaba la frase con relieve, la palabra
hecha carne de alma, luz tangible,
y un rayo del sol último, en tanto hacía luz
el confuso piar de mis polluelos.
Ya para entonces se me había vuelto
el diálogo monólogo,
y el río, Amor -el río: espejo que anda-,
llevaba mi mirada al mar sin mí.
¡Qué puro eco tuyo, de tu grito
hundido en el ocaso, Amor, la luna,
espejito celeste, poesía!
Desasosiego – María Clara González
1
Me siento extraña
Percibo el ruido
del tiempo que camina
por mi piel.
2
Siento miedo
de acercarme al instante
en que la red se rompa
y el torrente impreciso
no fluya más en mí.