Cuando se oculta el sol
como una nostalgia inevitable,
la noche va cayendo sobre el alma.
Y me siento inundar, pausadamente
de una marea fría, incontenible.
El corazón cansado de seguirme.
Trato de huir, en busca de una idea.
Y salgo a respirar
el aire de la brisa vespertina.
El alma se detiene, yerta ya
al borde de una inútil, lenta espera.
El corazón camina,
que es caminar su sino incontestable.
Entre esperar y andar,
quebrado en dos,
como un pozo de hielo insoportable
repito anocheceres
en los que, por faltar, me faltas aun tú.
Archivos Mensuales: mayo 2023
Poema del desencanto – María Clara González
Una tarde cualquiera
con la brisa
llegó para quedarse
Me tomó de la mano
Buscó abrigo
en mi sangre
se prendó de mi piel
perfumó mi tibieza
Con su soplo de hielo
me consume
Callados, por la tarde, gravemente… – Carilda Oliver Labra
Callados, por la tarde, gravemente,
sin elegir el sitio de la tierra,
tú y yo nos besaremos como en guerra
hasta quedarnos fríos frente a frente.
Yo, cada vez más tumba que se ahonda,
tú, cada vez más carne renovada,
acaso llames y jamás responda
cuando te vuelvas en mi cuerpo nada.
He de tragar entonces, con locura,
en tu vaso de tórrida hermosura
la sangre poderosa que se queja;
y daré media vuelta hacia lo inerte,
perdida en esa luz que te refleja,
tan hambrienta de ti como la muerte.
Última Elegía
Yo podría decir que estoy de primavera
bajo un aire oloroso a luz definitiva,
y podría tapar la mirada bisiesta
que se me está cayendo afuera de la vida,
y ser de flor, de lluvia de mariposa buena,
semejante a este cielo cuidado por la brisa,
a la ignorancia simple con que quiere una abuela
o a la salud del alba, que es casi campesina.
Pero me estoy llorando el corazón que llevo
frente al hombre que tiene un poco de mi frío.
Ya no puedo dormir con párpados violentos:
él me espera despierto en la calle del vino.
Quizás debo acordarme de este color que tengo
y debo ser mas que un rincón de olvido.
Le diré blandamente con mi voz de febrero:
Enséñame una llama que se apague distinto.
Y estaremos las noches que le falten al tiempo
en el lugar humilde donde se acaba un trino;
él, con la frente inútil que le puso el invierno,
y yo, como un adiós sujeto en el vacío.
Cuando el amor no dice la última palabra – Vicente Gaos
La tarde pastoral, de alterno cielo
rayos de tu tormenta desatados,
mas luego azul total, cielo amados,
me llena de pasión o de desvelo.
Asciendo así del tormentoso anhelo
a una paz de reposos entregados,
mas desciendo otra vez a los estados
mismos de que partí para mi vuelo.
Ay, esta indócil pleamar me inunda,
esta tarde frenética y liviana.
Déjame, pues, sí, deja que me hunda
en este frenesí de lluvia vana.
Luego me elevaré hasta ti, profunda.
Luego serás mi primavera humana.
Adelina, de paseo – Federico García Lorca
la mar no tiene naranjas,
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.
Me pondrá la carne verde
-zumo de lima y limón-,
tus palabras -pececillos-
nadarán alrededor.
La mar no tiene naranjas.
¡Ay!, amor.
¡Ni Sevilla tiene amor!
LAS CICATRICES – Piedad Bonnett
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
Yo te fui desnudando de ti mismo… – Dulce María Loynaz
Yo te fui desnudando de ti mismo,
de los «tus» superpuestos que la vida
te había ceñido…
Te arranqué la corteza -entera y dura-
que se creía fruta, que tenía
la forma de la fruta.
Y ante el asombro vago de tus ojos
surgiste con tus ojos aún velados
de tinieblas y asombros…
Surgiste de ti mismo; de tu misma
sombra fecunda, intacto y desgarrado
en alma viva…