Cuando se oculta el sol
como una nostalgia inevitable,
la noche va cayendo sobre el alma.
Y me siento inundar, pausadamente
de una marea fría, incontenible.
El corazón cansado de seguirme.
Trato de huir, en busca de una idea.
Y salgo a respirar
el aire de la brisa vespertina.
El alma se detiene, yerta ya
al borde de una inútil, lenta espera.
El corazón camina,
que es caminar su sino incontestable.
Entre esperar y andar,
quebrado en dos,
como un pozo de hielo insoportable
repito anocheceres
en los que, por faltar, me faltas aun tú.