Al verme triste a tu lado
no me preguntes qué tengo;
tendría que responderte,
y yo acusarte no quiero.
Archivos Mensuales: septiembre 2025
Amapola – Laila Belghali
El rojo intenso, vivo, nacarado
de la sangre que en ti se redondea,
como un grito que desea
dar vida a todo cuanto han condenado,
a morir brevemente, apenas dado
el primer beso al mundo.
Así campea
y eres hombre del pan que ya verdea
por tus venas herido, ensangrentado.
Amapola, efímera, amapola.
Más símbolo que ser, más pensamiento
que cosa duradera, en tu alma sola,
de niña que acaricia el recio viento.
Encendida de luz se tornasola
el pan de amor que en trigo ya presiento.
Caminando hacia la muerte – Augusto Ferrán
Caminando hacia la muerte
me encontré con tu querer,
y por morir más a gusto
seguí el camino con él.
Selva (XI) – Verónica Aranda
Bajo el ventilador desvencijado,
en cada imperativo
había incertidumbre,
máscaras esculpidas
entre el fulgor y la aniquilación.
Al nombrar, sin premura,
caléndula, deriva,
luz de granja en silencio,
primer té negro al alba,
labios abstemios demandaban himnos.
Primera noche en la tierra – Carmen Conde
Desoladamente
nos ha dejado solos...
No vemos el Jardín de nuestro ocio.
¿Apagose del fuego la gran rama,
o Dios se la llevó fuera del aire?
Habrá luna. Él creaba estrellas,
las que en el agua florecían veloces
buscándome los dedos vegetales.
Habrá su sol.
La líquida corola derramándose
encima de las selvas inholladas
que yo caminaré descalza siempre.
Junto al árbol que lleva doce frutos,
dando uno cada mes, nunca hubo noche.
Ni urgencia de la antorcha ni la brasa.
¡Dios lo alumbra todo! Hizo astros
para nosotros en destierro de sus síes.
Tibias sombras apaciguan las memorias.
Frío de soledad. Ven a mi pecho,
que yo seré tu tierno prado tibio,
y seguro soñarás en mi corteza.
Allá no ululan lobos. Allí lamían dulces
mis pies sobre tomillos aceitosos.
Aquí se encienden ojos y dientes amenazan
modernos calcañares desgarrados.
Ladran los chacales. ¡Oh, las hienas
que lúgubres husmean nuestro sueño!
Toma el paraíso de mi cuerpo:
mis labios son de ascua, mis hogueras
serán lo único vivo de la noche.
Más fuerte que el amor no será el cierzo.
Más dura que tu pecho no es la sombra.
Defiéndete de mí, estoy buscando
olvido de las selvas que no huelo.
¡Noche, cueva negra de la tierra!
Vamos a bebérnosla de un trago
que deje descubiertas las auroras.
Pronóstico – José Manuel Caballero Bonald
En ese incauto instante que antecede
al olvido, ¿qué ocurre
por las densas cavernas
de la imaginación, dónde termina
la lenta luminaria de los años
y comienza el vacío
a ocupar las rendijas remotas del recuerdo?
Tantas noches en blanco, tanta
fugacidad sobrevenida, tanta aplazada
lucidez, ¿de qué han servido?
Oh memorial de nadie, oh tentación
de desandar el tiempo cuando ya no subsisten
sino tercas opciones a rescindir la vida.
El espíritu de la colmena – Claudia Masin
(Basado en el film de Víctor Erice)
Yo también tengo miedo de
mí mismo. Me he convertido
en los monstruos que temía de chico,
los que bajo la cama,
bajo el piso mismo de la casa, trabajaban
la noche entera
para romper lo que durante el día
había sido levantado con todo el esfuerzo
del mundo. Romper
lo que estaba entero: un trabajo, el suyo,
como cualquiera, como el de la ley de gravedad,
como el del corazón que bombea la sangre
hacia las arterias, como el de las abejas
acumulando la miel o hundiendo
el aguijón, lo que sea que haga falta para preservar
la especie. Yo también
tengo miedo de mí mismo, yo también quisiera
a veces gritar cuando me veo. Da espanto ver
en la propia cara las caras de los muertos,
el impulso incontrolable de la tribu a encender
el fuego en medio del bosque, para alumbrarse sí,
pero también para expandir el incendio detrás suyo,
entre los árboles, que no saben correr ni defenderse,
y se consumen en el lugar en que fueron puestos. Quién no fue
alguna vez el árbol que siente la quemadura en las raíces,
en la corteza, subiendo como un áspid y no es capaz de detenerlo,
quién no fue alguna vez quien prendió el fuego con saña
e inocencia y para cuando advirtió la magnitud
del desastre, ya no fue
capaz de detenerse. Rechazo todo eso:
la tribu y el bosque y las leyes
que caen como como pedradas sobre el cuerpo
del que dice que no, que no va a quedarse,
a aceptar que no se puede
vivir sin lastimar
la parte ya vencida de aquel a quien más quieren.
Elijo el aislamiento, la cueva
donde no pueda alcanzarte mi mano que es la mano
de mi padre y de mi madre, de todos mis ancestros,
porque estoy hecho de los pedazos que no quiero,
porque soy la forma que toma en una persona
el daño hecho por quienes lo precedieron y renuncio:
renuncio a la tarea. Por amor y por asco,
me llevo conmigo lo que me dieron y lo escondo
de tu vista, me voy donde no pueda
tocarte y perpetuar la línea de un tiempo
que se cierra como una boa sobre sí mismo,
se abraza y recomienza. Yo digo que no,
que no quiero abalanzarme sobre los restos
de un animal herido, que prefiero
morir de hambre antes de hincar los dientes
en vos, en vos que fuiste
mi esperanza de no ser quien soy
y mientras existas
me mantendrás a salvo de la rabia
desatada, tremenda que me llevaría
al lugar del origen, al corazón de la colmena
despiadada de donde toda la vida
voy a estar huyendo.
Invocación – Cristina Peri Rossi
Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones
para que no sea
el espejo donde se reflejan
las amantes que fueron
los cuerpos amados un día
y olvidados después
un amado espacio de revelaciones
y no de repeticiones.
Tú desde lejos mirando – Joaquín Benito de Lucas
Tú, desde lejos, mirando
pasar lo mismo que un río
mi corazón mientras llegan
abriéndose en grandes círculos
de brazos todas las cosas
que pudieron ser testigos
sin nosotros. Tú, tan lejos,
y yo, tan cerca, te miro
como a un sueño. Tú, tan cerca,
yo, tan lejos —vives— vivo
de ti, sintiendo tus ojos
de par en par detenidos
sobre mi memoria. Lejos
estás, pero yo te sigo
teniendo cerca, sintiéndote
cerca como los latidos
de mi corazón. Y llamo
tu nombre a voces, a gritos
por el aire, que tan cerca
lleno tus ojos de olvido.
Madrigal – Mário Quintana
Tú eres el material de mis versos, querida.
Porque, después de todo,
nunca escribí mis versos exactamente a ti.
Yo los hice de ti.