Archivo de la categoría: Poesia española

Nieves de Enero – Santiago de Navascués

La nieve brilla bajo el sol de invierno,
recubre las montañas, almacena
largas sombras de bosques deshojados.
Señala, como un niño, los contornos
de un mundo sin aristas, infinito.
Sobre el mantel de nieve, candelabros
que tiemblan en las copas de los árboles,
fuentes de plata en los pantanos,
vanidosos espejos en el suelo.

Cuando nieva, el mundo es un museo
de alegres bodegones plateados.

Luego, la lluvia cruza el lienzo, rompe
los cristales y borra el horizonte
con la brocha frenética del viento,
como siembra la sombra silenciosa
preguntas sin respuesta en el vacío.
Te quedas pensativo y te somete
una tristeza antigua que regresa
quebrada como un sueño interrumpido.

Las calles escampadas te recuerdan
que el cielo se derrumba, y es contigo.

Toda mi ilusión… – Josefina de la Torre

Toda mi ilusión la he puesto		
en la espera de un mañana.		
¿Cómo vendrás? ¿Adornado		
de blanca flor de retama		
o de flor de pensamiento		
que de luto se engalana?		
¿Vendrás con rojas miradas		
o con pálidas miradas?		
¿Tendrás voz, tendrás sonrisa,		
o no me guardarás nada?		
¡Mañana, horizonte en niebla,		
fiel timón de mi fragata:		
hace tiempo que me llegas		
con las velas desplegadas!

Partiendo de la luz, donde solía… – Francisco de Figueroa

Partiendo de la luz, donde solía
venir su luz, mis ojos me han cegado;
perdió también el corazón cuitado
el precioso manjar de que vivía.

El alma desechó la compañía
del cuerpo, y fuese tras el rostro amado;
así en mi triste ausencia he siempre estado
ciego y con hambre y sin el alma mía.

Agora que al lugar, que el pensamiento
nunca dejó, mis pasos presurosos
después de mil trabajos me han traído,

cobraron luz mis ojos tenebrosos
y su pastura el corazón hambriento,
pero no tornará el alma a su nido.

 

Te dije… – Josefina de la Torre

Te dije aquella palabra
porque la sentí de pronto
inesperada,
y la cogí en los labios
intacta.
Tuve un momento la duda
de tu mirada.
Pero aquella palabra, 
¡qué caprichoso juego
de tenaces instantes
me dejaba!
Estaba aquí, segura, 
entre los dientes,
clara,
libre de la garganta.
Tú te quedaste absorto,
contemplándola.

Quisiera – Josefina de la Torre

Quisiera tener sujeta		
la naranja de la tarde		
así entre las manos, fresca,		
sin la piel rubia y brillante,		
tirabuzón de la luna		
peinado por mi cuchillo.		
Qué sabor a fruta nueva		
ha de tener en los bordes		
el mar, la arena y el aire.		
¡Qué deseo de partir		
en dos mitades la tarde!		
Cuando la noche se asome		
a su ventanal de cobre		
se tragará la naranja.		
¡Ay, niña desconsolada!

Noches – Josefina de la Torre

Noches sobre la playa: rumor de orilla fresca.		
Blanco batir de remos que la sombra sorprende.		
Sobre la barra grande los hachones de pesca,		
y un cuerpo perezoso que en la arena se tiende.		

En lo alto de la Isleta el faro gira y gira.		
Un denso olor a algas... Venus, la Osa Mayor...		
Rasguea una guitarra. Una mujer suspira.		
La brisa trae aromas de madreselva en flor.		

Y en las noches de luna, sentados en la acera,		
al ritmo melodioso de una antigua habanera		
lánguida y cadenciosa con su aire dulzón,		

evocar las figuras de la memoria mía		
(los padres, el hermano, Dolores y María)		
envuelta entre los pliegues de un viejo pañolón.

Soledad – Elena Martín Vivaldi

Y era un silencio duro como piedra;
un silencio de siglos.
Era un silencio adusto, impenetrable;
un silencio sin venas.
Era un dolor de amor, hecho de largas
noches sin el amado.
Hecho de fieles manos que se tienden 
estremecidas, solas.
Era una voz dormida entre las sombras,
unas lágrimas secas.
Febril temblor de labios, una loca 
esperanza desierta.