Quinta angustia – Pablo García Baena

Glorían a tu sierva que te acuna en la muerte,
más que el batir de alas y azucenas del ángel,
estas llagas que asperjan con tu sangre la sábana.
Ahora ya sí soy reina y bendita entre todas.
Ahora lloro el magníficat de la tribulación.

Otra vez mi regazo te da luna y cobijo
en este alumbramiento puerperal y cruento
—el crepúsculo cárdeno tiene una luz de orto—
y esa espina en almete que trochó tu cabeza
punza en mi mano erguida con pureza de lirio.

Pegujal sean mis brazos para tu sepultura...
En los juncos del huerto dejad la parihuela
y no aprestéis jofainas, ni vendajes, ni bálsamos.
Unja sólo mi llanto las arterias en ascuas
y los besos sean lienzo que empape tus heridas.

Pues tu sangre es mi sangre y esa lanzada agónica
que hiela tu costado con su garra aterida
mi corazón anega en un frío de espadas,
y estoy sentada y sola con mi mortal quebranto:
los que vais de camino no apartéis vuestros ojos.

Casa fugaz – Andrés Neuman

Somos iguales, tienes
la exacta fortaleza
que me hace en parte débil.
Sigue siendo difícil
en la casa terrena desnudarse.
¿Trascender? Eso intentan los solemnes,
como si dominasen el misterio
de habitar hasta el fondo este lugar
sin cederle terreno a las alturas.

Si te toco, artesana,
¿querrás estar aquí enteramente?
Durando en lo fugaz,
así transcurriría nuestra entrega.
Desconociendo cómo,
así nos buscaríamos.
Iguales en la duda. Enamorados
de la fragilidad de estas paredes.

Otoño en Málaga – Pablo García Baena

Dedicado a Málaga


Huésped ligero el otoño llega
silencioso hasta Málaga. Yo rezo
por sus vendas benéficas de lluvia
fijando el dulce corazón maltrecho
del verano y su carne. Beso llamas
en las murientes hojas del recuerdo.
Adiós, fría glorieta. Sobre el banco
extiende octubre harapos verdinegros.
Caen frutos y pájaros. La niebla
cicatriza los besos.

La abeja – Miguel Gutiérrez

Se acerca un niño goloso
á un panal de rica miel 
y al contemplar, envidioso,
posada una abeja en él
matarla quiere furioso.

Mas de su mala intención
hubo luego de quejarse,
pues al consumar su acción
sintió en su dedo clavarse
la punta del aguijón.

Ayes de dolor exhala,
y al querellarse no advierte
que su ingratitud propala:
ella su miel le regala 
y él, en pago, le dá muerte.

los mejores hombres son más fuertes solos – Charles Bukowski

casi siempre mientras un hombre intenta
escribir
alguna mujer no para de entrar y salir,
quiere tal,
quiere cual.

casi siempre mientras un hombre está escribiendo
mantiene discusiones simultáneas con alguna mujer.

no es fácil discutir con una mujer y escribir
al mismo tiempo.
a veces creo que algunas mujeres tienen celos de
la máquina de escribir.

la máquina de escribir les costea comidas en restaurantes,
un coche decente, ropa, zapatos.
pero tienen celos de la máquina.
«cuando subes a escribir, me quedo aquí
sola», dicen.

cuando subo a escribir yo también estoy
solo.
hubo veces en que no había
adónde subir.
hubo veces en que solo era una habitación
con el retrete al fondo
del pasillo.
hubo veces en que no había habitación
ni máquina de escribir, solo un banco
en el parque.

«esa máquina es tu muleta», dicen
con buen juicio.

soy muy viejo para volver a la fábrica,
la fábrica no me querría
ya.

por suerte
esta máquina me ha sido tan fiel
como cualquier mujer que haya conocido.

y esta noche es una noche especial.
estoy solo de nuevo
igual que cuando empecé.

mis dedos sacuden las teclas.
la guerra nunca ha cesado.
me gusta esta lucha.

y ahora me doy cuenta de que
no hay nada tan hermoso y
tan puro y tan perfecto como una frase
bien escrita.

Versos sobre tu piel – Viviane Nathan

Puedo remontarme al deseado placer
subiendo lentamente,
respirando quieta, inmóvil,
sin que nadie se dé cuenta
hasta la cumbre inaudita de la imaginación
—muy cerca de tenerte—.
Extender mis fronteras tibias
(los bordes de la piel,
los mil años junto a ti
y toda mi vergüenza)
romper con ruido este silencio
y soñar con tu cuerpo
—dulce imagen que cautiva—
haciendo de mis ojos —fuego—
de mi aliento —una caricia—
de mi voz una lluvia de besos,
de mi deseo un verso.
Puedo querer tocarte con los dedos
y revivir la pasión que se durmió no sé que día
bajo las sábanas blancas de mi lecho...
Porque soy una balada ronca de amor,
una boca que se mueve despacio
buscando, húmeda, un beso.
Y me encuentro loca en tu ancha cordura
sintiendo esto que siento...
Porque soy hembra como la vida misma,
fuego que arde bajo el sol de tu rostro
desde hace tiempo.
Yo puedo remontarme al deseado placer
y cabalgar toda la noche
sobre las colinas de tu cuerpo
mientras te cuento dulcemente que me gustas
y te confieso mi pasión en un verso...

Poesía de todas la épocas y nacionalidades