Cuando abrasado por la sed del alma
quiere el hombre, viajero del desierto,
laureles recoger,
al dintel de las puertas de la gloria
“detente aquí” le dice a la mujer.
Y al volver a emprender la ardua carrera,
si siente que flaquea su valor,
“ven, ven —la dice entonces—,
tú eres mi compañera
en las horas de lucha y de dolor…”