La Soledad, atroz pelotillera,
te invita a trabajar
—mientras te mata—
y te invita a llorar
—mientras te seca—.
La Soledad nos limpia, sí, nos limpia,
—hasta dejarnos mondos y lirondos—;
nos acompaña, sí, nos acompaña,
pero se cobra bien la compañía—.
La Soledad es ese mal criado
que está solo esperando el testamento,
atisbando,
poniéndose nerviosa si mejoras,
si por fin llega carta o llega cita…
¡Qué asco de soledad!
Archivos Mensuales: marzo 2019
Así morirán mis manos oliendo a espliego falso… – Blanca Andreu
Así morirán mis manos oliendo a espliego falso
y morirá mi cuello hecho de musgo,
así morirá mi colonia de piano y de tinta.
Así la luz rayada,
la forma de mi forma,
mis calcetines de hilo,
así mi pelo que antes fue barba bárbara de babilonios
decapitados por Semíramis.
Por último mis senos gramaticalmente elípticos
o las anchas caderas que tanto me hicieron llorar.
Por último mis labios que demasiado feroces se volvieron,
el griego hígado,
el corazón medieval,
la mente sin cabalgadura.
Así morirá mi cuerpo de arco cuya clave es ninguna,
es la música haciendo de tiempo,
verde música sacra con el verde del oro.
Tristeza – Antonio Hernández
Recuerdo que bajé las escaleras
de Montmartre cogido de su mano,
que crucé por el Río de la Plata
ceñido a su cintura,
que paseé por el puente de Brooklyn
con mi brazo en su hombro,
que en esos lugares la amé
colmado, gestatorio, originante.
Que en el pajar hallé la aguja
que ahora se me clava.
Defectuosa formación del plural – José Manuel Caballero Bonald
Disfraz, persona unitiva
Lezama Lima
Cuántos días baldíos
haciéndome pasar por lo que soy.
Máscara sin memoria, líbrame
de parecerme a aquel que me suplanta.
Uno solo será mi semejante
La vida huyó en el lamento – Mariana Bernárdez
La vida huyó en el lamento de no tenernos
imposibilidad que me aventuró a otras tierras
y a ti a otro cielo.
La piel se nos fue transparentando
Dejaste hijos que contarían
que el abuelo en vez de ojos
tenía mordidas de noche
Yo me enredé en papeles
de tonalidades blancas
que olía en busca de una tierra
que me punzaba el vientre
Los perros se morían
y las carreteras ya no eran cruzadas por burros
Recordaba tu mano recogiendo
humo hacia tus labios
y la música lenta adormecía hasta ese lamento
que subía desde los pies
No recuerdo con claridad la última vez de tu rostro
no conservo más que una fotografía en una feria
ni siquiera sequé una de esas flores que me diste
mordiéndote el amor como si dijeras por descuido
una blasfemia
No recuerdo tu cuerpo
ni tu olor
ni un poco el tono de tu voz
pero sí el vibrar del aire
el embestir del miedo
al sentirte arrebatándome
Y hubo otros días
con otras historias
y tardes fumando
ante un tinto sin paladear
con la resignación absurda
de no pronunciarte
Y cuando el mundo se acortó por un sol
que ya no iba a ser para nosotros
oí tu risa como cascada rota
y fue la primera vez que tomaste mi mano
para bailar en un kiosco vacío.
Letra profunda – Eugenio Montejo
Lo que escribí en el vientre de mi madre
ante la luz desaparece.
El sueño de mi letra antigua
tatuado en espera del mundo
se borró a la crecida del tiempo.
Colores, tactos, huellas
cayeron bajo túmulos de nieve.
Sólo murmullos a deshora
afloran hoy del fondo,
visiones en eclipse, indescifrables
que envuelve el vaho de los espejos.
Los ojos buscan en el aire
el espacio donde el alma flotaba
y se pierden detrás de su senda.
Lo que escribí en el vientre de mi madre
quizás no fue sino una flor
porque más hiere cuando desvanece.
Una flor viva que no tiene recuerdo.
Regreso a mi cuerpo… – Renata Durán
Regreso a mi cuerpo
después de un largo
viaje a ti.
Te vi dormido
frente al mar,
fatigado de amor
sobre mi pecho.
Respirabas ahí,
abandonado,
como si en mí
hubieras anclado.
Quise dormir también
para soñar tu sueño
que casi lo veía
surgir de tu cabeza.
Cerré los ojos.
Fue en el tiempo
el momento
en que más te amé.
Después los sueños
propios me llevaron
muy lejos.
En uno de ellos,
te perdí.
Canción para los ojos – Emilio Prados
Lo que yo quiero saber
es dónde estoy…
Dónde estuve,
sé que nunca lo sabré.
Adónde voy ya lo sé…
Dónde estuve,
dónde voy,
dónde estoy
quiero saber,
pues abierto sobre el aire,
muerto, no sabré que, soy vivo,
lo que quise ser.
Hoy lo quisiera yo ver;
no mañana:
¡Hoy!
Amor, amor, un hábito vestí… – Garcilaso de la Vega
Amor, amor, un hábito vestí
el cual de vuestro paño fue cortado;
al vestir ancho fue, más apretado
y estrecho cuando estuvo sobre mí.
Después acá de lo que consentí,
tal arrepentimiento me ha tomado,
que pruebo alguna vez, de congojado,
a romper esto en que yo me metí.
Mas ¿quién podrá de este hábito librarse,
teniendo tan contraria su natura,
que con él ha venido a conformarse?
Si alguna parte queda por ventura
de mi razón, por mí no osa mostrarse;
que en tal contradicción no está segura.