Este claro silencio. Y este gozo… – Carlos Murciano

Este claro silencio. Y este gozo.
Y este rumor de noche. Y esta pena.
Y esta destrozadísima cadena
que te desencadena el alborozo.

Y este muro infinito. Y este trozo
de soledad. y este montón de arena.
Y esta voz que te absuelve y te condena.
Y esta sed sin principio. Y este pozo.

Acércate al brocal, bebe sin miedo
y camina después hacia ese ruedo
sin barreras, sin toro y sin testigos.

Yo te bendigo, te bendigo. Anda.
Echa ya a andar, que la esperanza manda
y sangra la amapola entre los trigos.

Propuesta del higo – Carmen Matute

Te propongo
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.

Goza el misterio de este fruto,
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.

Te propongo
las delicias del higo.
Muerde su violado,
desamparado centro,
prueba de nuevo -empecinado-
su carne
que guarda mieles y diluvios.

Las delicias y dulzura del higo
-pequeño y desbordado-
tan sólo te propongo.
Que tu boca profunda
se demore
en el dulzor secreto,
que asalte con lentitud
su carne desvelada.

Deja que a tu paladar
traiga la memoria
de sabores primitivos.

La pregunta – Vicente Gallego

En la noche avanzada y repetida,
mientras vuelvo bebido y solitario
de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes
de belleza fugaz, me hago esa pregunta.
Y también en la noche afortunada,
cuando el azar dispone un cuerpo hermoso
para adornar mi vida, esa misma pregunta
me inquieta y me seduce como un viejo veneno.
Y a mitad de una farra, cuando el hombre
reflexiona un instante en los lavabos
de cualquier antro infame al que le obligan
los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.
Pero también en casa, en las noches sin juerga,
en las noches que observo desde esta ventana,
compartiendo la sombra
con el cuerpo entrañable que acompaña mis días,
desde esta ventana, en este mismo cuarto
donde ahora estoy solo y me pregunto
durante cuánto tiempo cumpliré mi condena
de buscar en los cuerpos y en la noche
todo eso que sé
que no esconden la noche ni los cuerpos.

Voy hacia el nombre – Paulina Vinderman

Y es siempre el terror a los veranos
y el lento no saber.
Voy hacia el nombre.
Tal vez me llame invierno
en el país del lenguaje.
Cuando no hay viento,
y el silencio se olvida de cerrar
una ventana,
hago el refugio en mi imagen perdida.
El alma
desparramada por los mundos,
reúne sus pedazos
en las noches sin luna.
El universo entero
se acerca de puntillas a mi mesa
cuando recobro la manera de mirar.

Carpe noctem – Aurora Luque

Carpe noctem, amor. Coge el brusco deseo
ciego como adivino,
los racimos del pubis y las constelaciones,
el romper y romper
de besos con dibujos de olas y espirales.
Miles de arterias fluyen
mecidas como algas. Carpe mare.
Seducción de la luz,
de los sexos abiertos como tersas actinias,
de la espuma en las ingles y las olas
y el vello en las orillas, salpicado de sed.

Desear es llevar
el destino del mar dentro del cuerpo.

Encantamiento – Paul Valéry

Vierte la luna débil sus albores sagrados
como una basquiña ,de vaporoso argento
sobre moles de mármol que cruza el soñoliento
paso de alguna virgen en velos nacarados.

A los cisnes sedeños que abren los juncales
con su quilla de pluma donde la luz reposa
les deshoja su mano la más nevada rosa,
y en el agua los pétalos difunden espirales.

Soledad extasiada, dulcificante duna,
cuando el agua hervorosa bruñida por la luna
sus voces cristalinas sin término propaga,

-¿qué alma padeciera la magia inexorable
de la rútila noche con su cielo implacable
sin exhalar un grito puro como una daga?

Un beso nada más – Manuel María Flores

 
Bésame con el beso de tu boca,
cariñosa mitad del alma mía:
un solo beso el corazón invoca,
que la dicha de dos… me mataría.

¡Un beso nada más! Ya su perfume
en mi alma derramándose la embriaga
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impaciente vaga.

¡Júntese con la tuya! Ya no puedo
lejos tenerla de tus labios rojos…
¡Pronto… dame tus labios! ¡Tengo miedo
de ver tan cerca tus divinos ojos!
Hay un cielo, mujer en tus abrazos,
siento de dicha el corazón opreso…
¡Oh! ¡Sosténme en la vida de tus brazos
para que no me mates con tu beso!

Las manos – Vicente Aleixandre

Mira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla,
con vaguedad de sueño,

mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.

No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.

Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.

Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.

Aquí – Sophia de Mello Breyner Andresen

Aquí…
Aquí, depuesta al fin mi imagen,
Todo lo que es juego y es pasaje,
Dentro de las cosas canto desnuda.

Aquí soy libre -eco de la luna
Y de los jardines, los gestos recibidos
Y el tumulto de los gestos presentidos,
Aquí soy yo en todo cuanto amé.

No por aquello que sólo atravesé,
No por mi rumor que sólo perdí,
No por los actos inciertos que viví,

Sino por aquello donde resoné
Yen cuyo amor de amor me eternicé.