Amar, tener la muerte en que morir,
no angostarse, pensar goces de anchura,
necesitar a todos los maestros.
Salvar la rienda tensa de relincho,
ser el plural de lo que fue unidad,
buscar consejo pero errar sin guía.
No acatar, no temer apagamientos
del azar, de la idea, y recordar:
lo que te pertenece te destruye.
Y saber que no hay hombres inocentes,
caer a solas en la siembra estéril,
y de la imperfección hacer sosiego.
Archivos Mensuales: septiembre 2021
Luz que nunca se extingue – Eloy Sánchez Rosillo
Te equivocas, sin duda. Alguna vez alcanzan
tus manos el milagro;
en medio de los días que idénticos transcurren,
tu indigencia, de pronto, toca un fulgor que vale
más que el oro más puro:
con plenitud respira tu pecho el raro don
de la felicidad. Y bien quisieras
que nunca se apagara la intensidad que vives.
Después, cuando parece que todo se ha cumplido,
te entregas, cabizbajo, a la añoranza
del breve resplandor maravilloso
que hizo hermosa tu vida y sortilegio el mundo.
Tu error está en creer que la luz se termina.
Al cabo de los años he llegado a saber
que en la naturaleza del milagro
se funden lo fugaz y lo perenne.
Tras su apariencia efímera,
el relámpago sigue viviendo en quien lo vio.
Porque su luz transforma y ya no eres
el hombre aquel que fuiste antes de que en tus ojos,
de que en el fondo oscuro de tu ser fulgurase.
No, la luz no se acaba, si de verdad fue tuya.
Jamás se extingue. Está ocurriendo siempre.
Mira dentro de ti,
con esperanza, sin melancolía.
No conoce la muerte la luz del corazón.
Contigo vivirá mientras tú seas:
no en el recuerdo, sino en tu presente,
en el día continuo del sueño de tu vida.
Flor de una noche – Felipe Benítez Reyes
Dimos en aquel bar de aquel suburbio,
y un vaso con licor de mala marca,
con su oro falso y pálido, quemando
por dentro como un fuego de artificio;
final de fiesta ya, muerta la luna.
Iban llegando obreros soñolientos.
Un marinero hablaba de Marruecos
y era la voz del mar su voz brumosa.
La aurora dibujaba en los cristales
su rosa de papel descolorida.
Una gitana vieja se acercó hasta nosotros
y nos vendió claveles mustios,
arrancados, quién sabe, del jardín
de un cementerio, robados de las tumbas.
Al día siguiente tuve
sobre mi mesa aquella flor,
con su espeso olor muerto,
como símbolo –y es un decir–
de las noches festivas,
aburridas y vanas, reino de juventud
que busca halago en las pasiones
pasajeras, triviales –y alguna vez muy serias–,
que por lo visto hacen de la vida,
vista a cierta distancia, una alegre leyenda
algo menos vulgar que la vulgar vida misma.
Incitación – Ana Rossetti
Escapémonos, huyamos a los cómplices
días de la niñez. Perdámonos inertes
por los intensos vértigos de la piel insabida.
Confundidos, al no encontrar los nombres
para tanto esplendor, inventaremos fórmulas
de un idioma secreto: como antes.
Extraviémonos por la gran pesadilla
de la noche. En los negros pasillos
del horror insistamos hasta que el fiel desmayo
–dobladas las rodillas– nos socorra.
Ven. Miremos por toda bocallave
que encierre algo prohibido,
gravemente matemos mariposas vidriadas,
pisoteemos seda, desgarremos la gasa
que nubla las magnolias,
y la desobediencia sea privilegio nuestro.
Todo se compra, todo se vende – Jesús Munárriz
La sinecura, la escultura,
la tortura, la pintura,
la impostura de la hermosura,
la escritura, la dulzura,
la hartura, la dictadura,
la basura, la frescura,
la futura vividura,
la locura, la cultura,
todo se compra, todo se vende,
todo se vende, todo se compra,
todo pasa la factura.
La jerarquía, la teoría,
la trapería, la soltería,
la pía arpía, la carestía,
la rebeldía, la amnistía,
la satrapía de la hidalguía,
la sodomía, la monarquía,
la minoría, la mayoría,
la epifanía, la poesía,
todo se compra, todo se vende,
todo se vende, todo se compra,
todo es pura mercancía.
La excitación, la devoción,
la confusión, la alienación,
la integración en la emoción
y en la insubordinación,
la opción a la información,
la perversión de la inflación,
la erudición, la inquisición,
la unión, la acción, la razón,
todo se vende, todo se compra,
todo se compra, todo se vende,
todo es pura transacción.
La autoridad, la necedad,
la edad, la nacionalidad,
la obesidad, la caridad,
la oblicuidad de la verdad,
la potestad, la santidad,
la bondad, la virginidad,
la libertad de la entidad,
la amistad, la realidad,
todo se compra, todo se vende,
todo se vende, todo se compra,
todo es contabilidad.
El sermoneo, el cosquilleo,
el veraneo, el bombardeo,
el trofeo del gineceo,
el gorjeo del corifeo,
el cotorreo, el ajetreo,
el choteo del bloqueo,
el aporreo, el manoseo,
el jadeo del himeneo,
todo se compra, todo se vende,
todo se vende, todo se compra,
todo es puro trapicheo.
La infancia, la adolescencia,
la elegancia, la decencia,
la importancia, la competencia,
la constancia, la paciencia,
la Francia de la resistencia,
la jactancia de la inconsciencia,
la tolerancia de la impotencia,
la concordancia de la ciencia,
todo se compra, todo se vende,
todo se vende, todo se compra,
todo es pura transferencia.
Dios del amor – Luis Antonio de Villena
Podrías ser la vida, pero está muy lejana.
Ni siquiera engañarse resultaría fácil…
La imperfección y el tiempo –la vida– nos separa.
Así es que tú también eres muerte de nuevo.
Hermosa muerte dulce, cuerpo de belleza
perfecta, plenitud, gracia, vida, muerte absoluta.
Y su risa de ensalmo era también la muerte,
y ayer la muerte rubia, y la forma soberbia
de contundente oro, y el sexo y la mirada.
Todo muerte. Su longura de río, el alhelí que
palpas, la humedad de los labios, la penumbra,
el olor suave de su piel y las rosas… Muerte todo.
Fríos mis labios ya de besar tanta muerte,
desnudo y solo, espero la nada o el engaño
Prisión de la memoria – Antonio Lucas
Si bastase una palabra para olvidar la sed.
Si la música fuese un eclipse descalzo.
Si tú no fuese tú, ni yo mismo siquiera.
Si el océano es llanto de cruces arrasadas.
Si lo absoluto es la luz, y ésta el atrio de la niebla.
Si hundieses lentamente lo quieto de tu voz
en lo fatal de mi mano.
Si fuiste en cierto día esa verdad tan bien mentida.
Si un reloj desconsolado ya es el tiempo.
Si no te vuelvo a ver.
Si no te he visto nunca.
Si rompo este cristal de aguas repentinas.
Si de vacío celeste son tus hombros, son los míos.
Si alguna vez odio los mapas porque van a ti,
como una lumbre a oscuras.
Si todo beso es labio en vencimiento.
Si del lado más puro de la vida…
Si del lado más puro de la vida
nace el ángulo indeleble del olvido.
Si poema es el nombre que toma un grito cierto,
¿dónde éste ha sucedido?
Si aún fuese posible ya nunca recordarnos,
vibrar como el adiós cuando la luz clarea,
cuando la noche esgrime su blanco puñal de ave,
sin más piedad que un dios cosido a la alegría.
Si aún fuese posible, digo, estar lejos de aquí
no habría dicha, ni cumbre, ni más alto jardín
que esta ardiente sed hecha de abril y desmemoria,
de ópalos como coronas para aquella que no fuiste.
Hagamos un trato – Mario Benedetti
Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
A mi amante, quien regresa a su esposa – Anne Sexton
Allí está toda ella.
Cuidadosamente fundida para ti
y forjada de tu niñez,
forjada de tus cien antiguallas favoritas.
Ha estado allí desde siempre, querido.
Es, además, exquisita.
Juego pirotécnico en las aburridas medianías de febrero
y tan real como una olla de fierro fundido.
Enfrentémoslo, he sido momentánea.
Un lujo. Una lancha rojo encendido en la bahía.
Mi pelo elevándose como humo por la ventanilla del coche.
Almeja fuera de temporada.
Ella es más que eso. Es tu tener que tener,
ha cultivado tu crecimiento práctico y tropical.
No es un experimento. Es toda armonía.
Cuida de los remos y de las horquillas de los remos del
bote,
puso flores silvestres sobre la ventana, en el desayuno,
se sienta tras su rueda de alfarera a mediodía,
ha sacado adelante tres niños bajo la luna,
tres querubines pintados por Miguel Ángel,
y lo ha hecho con las piernas bien abiertas
en los terribles meses en capilla.
Si volteas hacia arriba, allí reposan tus hijos
como delicados globos contra el techo.
También los ha cargado por el pasillo
tras la cena, la cabeza reclinada hacia ella,
dos piernas protestando —de persona a persona—
la cara sonrojada por la canción y su pequeño sueño.
Te regreso tu corazón.
Te doy permiso—
para el detonador dentro de ella, palpitando
furioso entre la mugre, para la perra que es
y el entierro de su herida
—para el entierro de su herida viva, roja, pequeña—
para la llama pálida que flamea bajo sus costillas,
para el marinero ebrio que aguarda en su pulso izquierdo,
para la rodilla de madre, las medias,
las ligas, para la llamada
—curiosa llamada
cuando horadas entre brazos y pechos
y desatas la cinta naranja de su pelo
y respondes a la llamada, curiosa llamada.
Es tan singular y tan desnuda.
Es la suma de ti y de tus sueños.
Súbela como a un monumento, paso a paso.
Es sólida.
Yo, en cambio, soy una acuarela.
Me deslavo.
Y si acuciase… – Esther Giménez
Te reto a que me enseñes a ganarte.
No es fácil desprenderse de tal trono
-recuerda qué apetito le entró a Crono,
aunque ni yo soy hija ni tú Marte,
ni yo Afrodita loca por follarte…
Pero a veces confundo y me acojono
por si te acucia el hambre o a mí el mono
y acabo digerida en cualquier parte.
Apuesto a que no sabes no saber;
pero no apuesto nada -la maestra,
desde su condición como mujer,
cuando se contradice lo demuestra.
Te reto a que me aprendas y un deber:
que salgas de una vez a mi palestra.