Canto repetido – Dionisia García

Impregna la mirada y siempre es el primero,
he cantado su luz, el color de las aguas
y el engañoso rizo de la orilla.
Cuando el agua se aquieta, por las noches,
añoro su presencia callada e insistente.
 

La alborada descubro, luce sobre la arena.
Los temblores del sol hasta que el día nace.
Caminar en silencio tan temprano
era un lujo dichoso de aire puro.
El pecho se rociaba de ese primer fulgor
y crecía el impulso, la emoción contenida.
 

Siempre entraba en el agua, sigilosa,
y las manos manchadas de arena que fue tierra.
Con apego, «los mares» junto a mí se quedaban,
en la constante lucha de quien nos desconoce.
 

Hoy miro con nostalgia lo infinito;
ya no hay lucha ni entrega,
ni me levanto, diligente, al alba.
Busco en el mediodía las aguas, su sosiego,
para gozar ahora de este trecho de vida.
 

Que no se desperdicie cuanto queda.

Melancolía – José Asunción Silva

De todo lo velado,
Tenue, lejana y misteriosa surge
Vaga melancolía
Que del ideal al cielo nos conduce.

He mirado reflejos de ese cielo
En la brillante lumbre
Con que ahuyenta las sombras, la mirada
De sus ojos azules.

Leve cadena de oro
Que una alma a otra alma con sus hilos une
Oculta simpatía,
Que en lo profundo de lo ignoto bulle,

Y que en las realidades de la vida
Se pierde y se consume
Cual se pierde una gota de rocío
Sobre las yerbas que el sepulcro cubren.

Gigolo – Sylvia Plath

Reloj de bolsillo, bien tictaqueo.
Las calles, reptíleas rendijas,
a plomo, con huecos donde esconderse.
La mejor cita, un callejón sin salida,

un palacio de terciopelo
con ventanas de espejos.
Allí se está segura,
sin fotos familiares,

sin anillos nasales, sin gritos.
Relucientes anzuelos, sonrisas de mujeres
hambrean mi volumen
y yo, elegantona con mis calzas negras,

desmenuzo pechos como medusas.
Para nutrir
violonchélicos gemidos como huevos:
huevos y pescado, lo básico,

el calamar afrodisíaco.
Mi boca ríndese,
la boca de Cristo
cuando mi motor llegue a su fin.

El charloteo de mis articulaciones
doradas, mi forma de convertir
perras en pizzicatos argentinos
desenrolla una alfombra, un silencio.

Y no hay fin, no tiene fin.
Nunca envejeceré. Ostras nuevas
estriden en el mar y yo
reluzco como Fontainebleau

contenta,
toda la cascada un ojo
sobre cuya agua tiernamente
inclínome y véome.

E – Yolanda Castaño

A esa matria hay que añadirle
un poco de experiencia y un poco de evasión.
Un toque de embriaguez, algo de elipsis,
más espacio y un buen par de excusas.
Reformular ciertas ecuaciones. Prestar
atención a algunos enveses.
Exploración, encuentro, poder de vez en cuando eclosionar.
Una extraña envidia hacia todo lo estéril.
Borrar estigmas, redefinir la estirpe,
permitirse alguna equivocación.
El sutil encanto de la encrucijada.
Un cierto fondo expedicionario. Expectativas.
A la vez, sentido de lo efímero y capacidad para elegir.
Que sea el ego el eje más elástico.
A un tiempo entereza, euforia y extravío.
La dosis de egoísmo que no te derrame sobre los demás.
Un salvoconducto para errar o escaparse.
Habría que introducirle un suave aire errático.
Enigma, equilibrio, escándalo.
Emancipación.

Detrás del meridiano – Gloria Gil

Noviembre, agujero negro
sin cumpleaños, solo escultura.
Un pozo oscuro de sacudida quieta.
Quiero y no puedo,
otoño sin dientes.
Noviembre es un milagro
que exige su oración.
Una lengua muerta
que deja cien habitantes.
Bastón de mando rompe costillas.
Cena a la que no te invitan.
Una partida que no quieres jugar
porque ya conoces de sobra el resultado,
inventor de reglas hasta cuándo.
Noviembre no quiere tu permiso, sino tu nombre.
Noviembre quiere que creas
que podrás salir de noviembre.

Como siempre – Mario Benedetti

Aunque hoy cumplas
trescientos treinta y seis meses
la matusalénica edad no se te nota cuando
en el instante en que vencen los crueles
entrás a averiguar la alegría del mundo
y mucho menos todavía se te nota
cuando volás gaviotamente sobre las fobias
o desarbolás los nudosos rencores

buena edad para cambiar estatutos y horóscopos
para que tu manantial mane amor sin miseria
para que te enfrentes al espejo que exige
y pienses que estás linda
                             y estés linda

casi no vale la pena desearte júbilos y lealtades
ya que te van a rodear como ángeles o veleros

es obvio y comprensible
que las manzanas y los jazmines
y los cuidadores de autos y los ciclistas
y las hijas de los villeros
y los cachorros extraviados
y los bichitos de san antonio
y las cajas de fósforo
te consideren una de los suyos

de modo que desearte un feliz cumpleaños
podría ser tan injusto con tus felices
                                       cumpledías                                                                 
acordate de esta ley de tu vida
si hace algún tiempo fuiste desgraciada
eso también ayuda a que hoy se afirme
tu bienaventuranza

de todos modos para vos no es novedad
que el mundo
               y yo
                  te queremos de veras
pero yo siempre un poquito más que el mundo. 

Dime mujer dónde escondes tu misterio… – Tomás Segovia

                                                      (Para Luci Fernández de Alba, que se sorprendió)

Dime mujer dónde escondes tu misterio
mujer agua pesada volumen transparente
más secreta cuanto más te desnudas
cuál es la fuerza de tu esplendor inerme
tu deslumbrante armadura de belleza
dime no puedo ya con tantas armas
mujer sentada acostada abandonada
enséñame el reposo el sueño y el olvido
enséñame la lentitud del tiempo
mujer tú que convives con tu ominosa carne
como junto a un animal bueno y tranquilo
mujer desnuda frente al hombre armado
quita de mi cabeza este casco de ira
cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra
quítame este ropaje de fiebre que me asfixia
húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre
mujer roca de la tribu desbandada
descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo
con que me aterro y te aterro y nos separo
mujer oscura y húmeda pantano edénico
quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría
quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios
que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne
quiero recuperar el peso y la rotundidad
quiero que me humedezcas me ablandes me afemines
para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo
quiero apoyada la frente en tu regazo materno
traicionar al acerado ejército de los hombres
mujer cómplice única terrible hermana
dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos
quiero no apartar nunca de ti los ojos
mujer estatua hecha de frutas paloma crecida
déjame siempre ver tu misteriosa presencia
tu mirada de ala y de seda y de lago negro
tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos
tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío
y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada
tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad
mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises
no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa
tu palabra imantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda
tu palabra certera de fulgurante ignorancia
la salvaje pureza de tu amor insensato
desvariado sin freno brutalizado enviciado
el gemido limpísimo de la ternura
la pensativa mirada de la prostitución
la clara verdad cruda
del amor que sorbe y devora y se alimenta
el invisible zarpazo de la adivinación
la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos
la esponjosa maternidad terreno de raíces
mujer casa del doloroso vagabundo
dame a morder la fruta de la vida
la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado
déjame recostar mi frente aciaga
en tu grave regazo de paraíso boscoso
desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida
de no ser siempre armado sino sólo yo mismo.