Árabe de Granada tú, y romano… – Antonio Gala

Árabe de Granada tú, y romano
yo de Córdoba, no nos engañemos:
aunque el amor acerque los extremos
siempre algo habrá recóndito y lejano.

En este misterioso mano a mano
en que hace tiempo ya que nos perdemos,
distintos y obligados seguiremos:
así el otoño va tras el verano.

Al verde altivo de Sierra Morena
no agravia el filo de Sierra Nevada,
ni mi silencio entre tus muros suena.

El agua por tu vega derramada
en mi campiña, oculta, se serena:
como el amor en Córdoba y Granada.

Intimidades – Santiago de Navascués

Al mundo le queda poca intimidad:
se ha cruzado el firmamento
innumerables veces
en busca de tierras nuevas
y apenas quedan islas,
árboles, bacterias
y especies sin catalogar;
el Oeste se ha agotado:
los desiertos proclaman
su vacío infinito
y son las montañas
meros deportes de riesgo;
los tigres, espectros de luz
en el visor de una cámara.

Al mundo le queda su infinita soledad,
encerrada en sus misterios:
la Polinesia, los volcanes,
el lenguaje secreto de las selvas,
la convulsión de cielo y tierra,
la tenaz marcha de los insectos,
los hielos que se resisten a enseñar
su corazón de cristal.
Le queda al mundo su silencio
ante los caprichos de un ser mortal.

A trabajos forzados me condena… – Antonio Gala

A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

Ni concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,

porque, en este proceso a largo plazo,
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.

El espejo ovalado – María Elvira Lacaci

Un espejo ovalado.
Un radiador pequeño de calefacción.
Mis manos calentándose.
Mis ojos
se clavaron en él.
Un rostro, que no reconocí,
me miraba
paralíticamente avejentado.

Afloraba
a los oscuros ojos de aquel rostro
un profundo dolor
que venía de adentro. Que era oscuro y tenaz.
Cristalizó.
Y, en forma de agua amarga,
resbaló
hasta la piel de mis zapatos húmedos.

Un caos
de innumerables dardos afilados
castigó mis sentidos.
Con las manos abiertas golpeé la pared
de ambos lados del espejo ovalado.
                ¡Dios es bueno!
Me asusté de mi grito.
Los dueños de la casa al otro lado...
Acerqué mis oídos al tabique azotado.
La radio transmitía un estridente mambo.
Respiré sosegada. Me arrojé sobre el lecho.
Y miré largo rato
los fantasmas
que la humedad
había dibujado sobre las paredes.

 

Todo es víspera – Ida Vitale

TODO es víspera.
Todo sueña un renuevo
y mueve el corazón a defenderse
de los derrumbaderos.
Cada uno en su noche
esperanzado pide
el despertar, el aire,
una luz seminaria,
algo donde no muera.
Algo inviolado, exacto, fehaciente,
para afrentar la sombra,
un puro manantial,
raíz de agua, algo
como esa jarra tuya, Isabel,
donde acaso
hay claridad humana,
amor con su poder resplandeciente,
más misterioso que la sombra misma.

Cinco canciones de tierra y mar – Carlos Álvarez

           1

No te acerques a la playa
si no quieres ver el mar...
Pero si dejas la orilla,
déjate en la orilla el ancla
que te impida navegar.


           2

Tierra adentro, o bajo el cielo
salpicado por la sal.
Tierra adentro o mar adentro...
Pero no donde la playa
se confunde con el mar.


           3

¡Qué bien brillan las escamas
salpicaditas de mar!
¡Qué bonito es el pescado
que va a mi red a encallar...!
¡Qué lástima que la barca
donde me vengo a pescar
sea de un amo que nunca
conoció el sudor del mar!


           4

Para el próximo verano,
la barca, madre, ya nuestra.
Para dentro de dos años,
quizá nuestra choza abierta...
¡Pero nuestra vida, nunca,
nunca, madre, nunca nuestra!


           5

Me voy de la tierra, madre,
que no me quiero encontrar
la cadena en el sembrado
cuando me pongo a sembrar.
Me voy de la tierra, madre,
que no lo pudo encerrar
ni puso cadenas nadie,
ni puso cadenas nadie
para sujetar el mar.

En otro meridiano – Eugenio Montejo

No alcanzo el tiempo de tu cuerpo,
nací lejos, en un país que es aire, nube, noche,
aunque me oigas tan cerca.
Nací a destiempo de tu risa, de tus ojos,
en otro meridiano.
Nos amamos de mar a mar,
de un astro a otro,
no importa que hoy me sientas a tu lado.

Aunque despiertes desnuda aquí conmigo,
tu tiempo va delante,
el tiempo de tus manos, de tu rostro;
estoy junto a tu sombra y no te alcanzo.

Las horas de tu amor me quedan lejos,
bajo una luz de nieve,
en alguna ciudad que desconozco.
Nuestras vidas se alcanzan, se confunden,
intercambian sollozos, besos, sueños,
pero andamos a leguas uno de otro,
tal vez en siglos diferentes,
en dos planetas errantes que se buscan
cansados de no verse.

Pequeño poema a Sancho – Carlos Álvarez

A José Esteban

Ya los héroes no visten armadura
ni aprenden el manejo de la lanza,
ni van por los caminos
en busca del amor y las batallas.
Hubo un tiempo quizá, o acaso nunca,
–ni entonces ni mañana–
para los héroes que buscaban sueños
en tanto el campesino alimentaba
la gleba con su sangre
enraizando en la tierra sus entrañas,
y que en sueños y sangre
y una sutil materia se bañaban,
pero no en el sudor de cada día
ni en el quehacer continuo
de cultivar la tierra y abonarla.
Acaso Dulcinea fue un instante
la mujer fatigada de La Mancha,
pero su nombre ahora
es Aldonza Lorenzo: tal se llama.
Ése es su nombre, y su destino es ése:
levantarse de sol cada mañana,
trabajar sin descanso todo el día
desde la luz que anuncia la jornada
hasta el primer silencio de la noche,
juntarse con la tierra y fecundarla,
agrietarse las manos contra el viento,
curtirse bajo el sol cada segada,
endurecer su piel bajo la lluvia
y por dentro ser blanda como el agua.
Ya los héroes no visten armadura,
mas no por eso faltan;
si veis con ojos limpios,
es fácil encontrarlos de mañana
cuando van al trabajo o, por la noche,
cuando vuelven cansados a sus casas.
Ya no atacan la paz de los molinos
–son hermanos del pan, y el pan les falta –
y apenas tienen tiempo
para soñar con bellas encantadas...
es muy duro el trabajo cada día,
y empieza muy temprano la jornada.
Ya los héroes no visten armadura
–un mono azul es su uniforme y gala –
ni se bañan en sangre de dragones
sino en sudor y grasa.
Pero a veces descienden a la tierra:
al silencioso centro de su entraña
misteriosa y oculta (como Orfeo
en busca de su amada)
y encuentran el grisú entre las tinieblas
o alguna muerte antigua y más lejana.
Ya no buscan el sol como, otro tiempo,
rebelde, Prometeo lo intentara,
pero queman sus ojos y sus manos
mordidos por el oro de las fraguas,
o a Ícaro recuerdan en su vuelo
desde el andamio hasta el dolor, sin alas.
Ya los héroes no visten armadura
ni aprenden el manejo de la lanza,
pero están con nosotros en la tierra
sembrando su sudor y alimentándola.

Entierro II – Wislawa Szymborska

"Tan de repente, quién lo hubiera dicho"
"los nervios y el tabaco, yo se lo advertí"
"más o menos, gracias"
"desenvuelve estas flores"
"su hermano también murió del corazón,
seguramente es de familia"
"con esa barba jamás lo hubiera reconocido a usted"
"él tiene la culpa, siempre andaba metido en líos"
"he de hablarle pero no lo veo"
"Casimiro está en Varsovia, Tadeo en el extranjero"
"tú sí que eres lista, yo no pensé para nada en el paraguas"
"qué importa que fuera el mejor de ellos"
"es un cuarto de paso, Bárbara no estará de acuerdo"
"es cierto, tenía razón, pero eso no es motivo"
"barnizar la puerta, adivina por cuánto"
"dos yemas, una cucharada de azúcar"
"no era asunto suyo, por qué se metió"
"todos azules y sólo números pequeños"
"cinco veces, y nunca contestó nadie"
"vale, quizá yo haya podido, pero tú también podías"
"menos mal que ella tenía ese empleo"
"no lo sé, tal vez sean parientes"
"el cura, un verdadero Belmondo"
"no había estado nunca en esta parte del cementerio"
"soñé con él hace una semana, fue como un presentimiento"
"mira qué guapa la niña"
"no somos nadie"
"denle a la viuda de mi parte... tengo que llegar a"
"y sin embargo en latín sonaba más solemne"
"se acabó "
"hasta la vista, señora"
"¿qué tal una cerveza?"
"llámame y hablamos"
"con el tranvía cuatro o con el doce"
"yo voy por aquí"
"nosotros por allá"