Como un ala negra de aire
desprendida de hombro alto,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras tierras ahogado,
la sombra quieta, tendida,
flota sobre el liso campo.
La nube, sombra en el viento
de la sombra, flor sin tallo,
de la amplia campana azul
adormecido badajo,
techo azul y suelo verde
tiene en la tarde de mayo.
Como una rama de almendro
el horizonte nublado.
La sombra quieta, tendida,
flota sobre el liso campo,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras tierras ahogado.
Archivo de la etiqueta: Manuel Altolaguirre
La Niebla – Manuel Altolaguirre
La niebla si es cercana me parece
que oculta algún dolor, velo que niega
a unos ojos la luz, a los que ciega
con un blancor de llanto que estremece;
pero si no es cercana, si se mece
altísima en el cielo, si navega
por los espacios desde donde riega
con lluvia y no con llanto, me parece
como el origen gris de toda cosa.
Es turbia la creación, y considera
que en el principio fue la nebulosa,
sin que mirada alguna, se escondiera
tras esa bruma blanda y misteriosa,
de la vida tal vez causa primera.
Sombras – Manuel Altolaguirre
Mi cuerpo,
no te separes de tu sombra,
que se muere.
Que se muere el cuerpo
(sombra que es del alma).
Alma,
no te separes de tu cuerpo.
Que se muere el alma
(sombra que es de Dios).
Dios mío,
no te separes de mi alma,
que se muere.
Amor oscuro – Manuel Altolaguirre
Si para ti fui sombra
cuando cubrí tu cuerpo,
si cuando te besaba
mis ojos eran ciegos,
sigamos siendo noche,
como la noche inmensos,
con nuestro amor oscuro,
sin límites, eterno…
Porque a la luz del día
nuestro amor es pequeño.
El hombre que seré – Manuel Altolaguirre
Vida de amor, como un jardín cerrado,
por entre cuyas flores va perdido
el hombre que seré, el que vencido
por los años recuerde su pasado.
Me veo pasar, decrépito y cansado,
entre flores que fueron y aún no han sido,
por un jardín de amores que el olvido
para mi bien o mal a respetado.
No otros mares y campos mi memoria
me ofrece así de claros y lucientes.
Yo, peregrino por mi propia historia,
me detengo al llegar a las vertientes;
que nieblas cubren donde está escondida
la que fue tierra estéril en mi vida.
El ciego amor no sabe de distancias… Manuel Altolaguirre
El ciego amor no sabe de distancias
y, sin embargo, el corazón desierto
todo su espacio para mucho olvido
le da lugar para perderse a solas
entre cielos abismos y horizontes.
Cuando me quieres, al mirarme adentro,
mientras la sangre nuestra se confunde,
una redonda lejanía profunda
hace posible nuevas ilusiones.
Ser tuyo es renacerme porque logras
borrar, hundir, que se retiren todos
los espejos, los muros de mi alma.
Blancura del amor. Con cuánto fuego
se anunció tu presencia. Tengo ahora
la luz de aquel incendio y un vacío
donde esperar, donde temer tu vida.
¡Oh pobre tierra de mi ser alzada… – Manuel Altolaguirre
¡Oh pobre tierra de mi ser alzada
contra goces y penas de la vida!
Si abro los ojos, por la doble herida
la luz se adentra carga muy pesada.
Que vivir es guardar con la mirada
en breve espacio magnitud crecida,
y un alma tengo para dar cabida
a la extensión del mundo dilatada.
Derriba, tierra, pronto mis prisiones,
que mi espíritu quiere ser llanura
y vuelve al surco desde el cual te alzaron.
Que mi alma no precisa sepultura
ni el tiempo quiere ya limitaciones.
Horas y muros para mí acabaron.
Eternidad – Manuel Altolaguirre
Este jardín donde estoy siempre
estuvo en mí. No existo.
Tanta vida, tal conciencia,
borran mi ser en el tiempo.
Conocer la obra de Dios
es estar con Él.
Maldad – Manuel Altolaguirre
El silencio eres tú.
Pleno como lo oscuro,
incalculable
como una gran llanura
desierta, desolada,
sin palmeras de música,
sin flores, sin palabras.
Para mi oído atento
eres noche profunda
sin auroras posibles.
No oiré la luz del día,
porque tu orgullo terco,
rubio y alto, lo impide.
El silencio eres tú:
cuerpo de piedra.
Las caricias – Manuel Altolaguirre
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!