I
Cuando te miro sin tener mirada
no veo la que eres, sino aquella
que fuiste. Para mí, la misma estrella
que permanece como eternizada.
Por tu gracia de china dibujada
en porcelana, te seguí la huella
y se ha quedado en mí tu imagen bella
como si el tiempo no mellase nada.
Los de clara visión que les refleja
la realidad, pueden llamarte vieja;
pero a mí, que te vi rosa encendida
y hoy no te veo, me tocó la suerte
de perpetuar tu juventud florida
y andar enamorado hacia la muerte.