¿Yo de amor y de ausencia qué sabía?
y di al fiel, al fugitivo, al viento,
la tremenda verdad de un juramento.
Y en la nada, mi voz se deshacía.
Para guardar el rostro que quería,
el agua sin memoria. Y el cimiento
sobre arena y espuma. Y el violento
ser del fuego, velando mi agonía.
Ay, fuego consumido y aire lejos
y agua anegando formas y reflejos,
todo pasó. La tierra persevera
con la paloma negra en su regazo
y su silencio. Y ese lento abrazo
que ceñirá mi pecho cuando muera.