El llanto de los puentes no es el río,
no es la vena que enhebra el ojo hundido
del paso de los hombres.
El llanto de los puentes
es un llanto de piedra silencioso
que sus paredes celan.
Este puente se amasa en llanto oscuro.
Cien esponjas se embeben
de ese llanto cautivo, corazones
de cien niños tapiados
a cal y canto para propiciar
la carrera del sol
con su sangre secreta.
Cien espinas de infantes apuntalan
la iglesia encastillada en la colina
como un quebrantahuesos.
Amantes, pisad quedo; laúd, refrena
tu son enamorado:
esta piedra nos dice un canto sordo
que el agua sabe y las campanas callan.