Tus rodillas
La bisagra de mi alma está en tus rodillas,
las ansias se me pliegan sobre tus talones,
violáceos, eternos, anclados…
quebrada la espera resbala por tus muslos,
genuflexión de carne, amarilla,
expectante,
la vida doblada junto a tus piernas,
rugosa y manchada de café.
Tus muñecas
Tus muñecas como un estigma de agua,
el brumoso susurro de tus capilares
corriéndome por las sienes,
dejando un reguero de humedad palpitante,
convirtiendo el movimiento de rotación en diluvio,
me aspiras cuando se mueven
tus dedos en aspersión.
Tu garganta
Tu garganta, desgajada y roja,
se me derrama manchándome la cara,
salpicando las neuronas,
dejándome trémulos resquicios de silencio
entre las arrugas,
mis poros exhuman el espacio en blanco de tus versos,
tu recuerdo es asmático.
Tu nuca
Tu nuca es un ruido que
interfiere con la lavadora cada tarde
(quizá la oreja la esté
oyendo desde el salón),
se expande y se concentra
a intervalos casi perfectos,
un aceite pétreo
que me desencaja la vista,
mientras sigo con la ropa sucia.
Tu hombro
Tu hombro se inflama lentamente, junto a las violetas.
Esta mañana, mientras regaba las plantas,
un azufre vidrioso se me ha colado
por las costillas, en un rincón
seguía él, ardiendo imperceptiblemente.
¡interesante!
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Gracias, se trata de una gran poeta.
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