Los degollaron a la orilla del camino.
Carcasas huecas,
el ano agrandado con cuchillo,
el lodazal harto que moja los zapatos
de una tan roja que es bien negra.
Premonición: no tardan las moscas.
Apesta el calor sin aire,
el pelo que tembló de miedo.
Un dios que sabe de soberbias
recibiría, encantado, esta ofrenda.