Ganarle el espacio
al tiempo que resta,
aquietar durante unos segundos
la permanencia vibrante
del duelo.
Lograr que no lo logren:
llamar espina a la espina,
sin placer, sin oro agudo.
Acabar con esta fascinación hipnótica
hacia la superficie quemada. Debería,
rota la cuerda ̶ lo sé, hace tanto ̶ ,
dejar que devenga la no-paz del silencio.
Pero a ti no voy a mentirte
a estas alturas.
Cultivo con detalle y mimo
un daño obsoleto.