Nuestras dos almas
se besan la boca del alma
y las ganas de besarse
no les caben en la boca,
la desbordan,
emulsionadas,
se precipitan en fiera alarma
de confundirse
de cofundirse
de hacerse una.
Y luego son una porosa calma,
que cuando la luna arrecia
va por dos aceras
bajo la lluvia.