Nos desea fugaces
porque pide una estela.
Es la isla emergida para el lobo,
el tronco donde cuelga su candil la lechuza,
la mano que bendice al alejarnos.
Y si le fuera dado apagar las hogueras
lo haría escondida
tras el color del cuervo.
Porque está en el extremo de las cosas,
le cede a la aurora los volúmenes,
el quehacer de las voces, la embestida,
y al mar la incandescencia de los hijos
que vienen como restos de una fragua.