Ahora que estamos lejos, tú de mí,
yo, revolviendo la tierra por encontrarme,
he preguntado al viento de Pekín
que llega grávido de mares,
en qué cadera tuya o cantil
se apoya mi memoria, esperándome;
no estoy desarraigado aunque ande así,
más bien como una rama en el aire
agarrada con las dos manos a su raíz,
precisamente esta tarde
oigo el golfo de Vizcaya aquí
en el fondo del viento de estos mares
de China, jadeantes de nocturno marfil.