Una mujer desnuda
delante del espejo
fluye por el cristal
anónimo del tiempo.
Flota en un mar de azogue
con su cielo hacia dentro
llevada por las olas
de su mismo reflejo.
Está ahí y no está
más cerca ni más lejos,
más allá de sus ojos,
más allá de su cuerpo.
Está siempre marchándose¡
y está siempre viniendo.
No se ha ido aún
y ya está de regreso.
Vuelve, se va y vuelve.
Vuelve y se va volviendo.
Borrada en la brisa
y en el color del viento.
Respirada, vivida
en el vaho soñoliento,
¿te creo o te imagino?,
¿te veo o te invento?
Tú, dentro del cristal,
y yo, dentro del tiempo,
sin poder encontrarnos,
sin poder poseernos.
Un relámpago rápido.
Un relámpago lento,
y nosotros, sumidos
en el son de lo eterno.