Deriva – Gabriel Celaya

Son poemas, poemas;		
son los entusiasmos que para bien nos mienten,		
los hundimientos siempre superables,		
los errores que quizá no sean errores.		

Es el motor de explosión «hombre»,		
los fácil-felizmente caprichos sucesivos,		
la melancolía con demoras sensuales,		
unos versos, restos de cierta hermosa anchura.		

Son los grandes gritos por pequeñas causas,		
una amada, el deseo que al fin dice su nombre,		
y una fecha, un lugar, un sobresalto:		
Dios fotografiado al magnesio.		

El brillante delirio de una rosa impalpable,		
el yo que ahora resulta que realmente existe,		
los mil fuegos cambiantes de un anhelo sin meta:		
un ala retenida, pero que palpita.		

Son las cabezudas evidencias de un niño		
hidrocéfalo y tierno que, triste, sonríe;		
las muchachas que mueren porque son impalpables,		
las balanzas nocturnas, casi musicales.		

Aquí peticiones de principio cantan.		
Días suman días; yo derivo versos,		
versos engañosos que no acaban nunca;		
versos que quisieran morderse la cola.		

Resbalo en mí mismo cambiando de nombre,		
cambiando de forma, cambiando el futuro.		
Es el amor —se entiende— o bien —no se entiende—		
la libertad abierta: vivir de entregarse.

Un comentario en “Deriva – Gabriel Celaya”

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