Archivo de la categoría: Poesía colombiana

La balada de los hombres hambrientos – Mario Rivero

Los hombres hambrientos tienen oro
casas con retretes de mármol
y vestidos suntuosos
Pero no pueden matar el hambre y la sed
del tigre de sus ojos

Los hombres hambrientos son
en alguna forma hermosos
Por una magia mortal y execrable
sus oídos se han vuelto sordos
Pero los hombres hambrientos simulan oír
y pagan bien a los cantores

Pregonan una extraña desesperación
han perdido el recuerdo de los humanos olores
caminan para buscar un aroma imbuscable
el de los tallos de las flores muertas y de los pétalos podridos
el olor que al mismo tiempo es
el olor de la muerte y el olor del nacer
Se cubre de moho el corazón
de estos hombres hambrientos
Se entrecruzan a la deriva
No se ven
Son muchos en movimiento
Sus mujeres lavadas en agua de caros perfumes sintéticos
adustas acechan también
aquel olor que alcanza los huesos
Si levantan las cabezas hacia cosas más altas
no distinguen otra cosa que el viento
Remeros esclavos en un gran bajel de oro
van los hombres y mujeres hambrientos…

Cosas que pasan – Mario Rivero

Este hombre y esa mujer se conocieron cierto día
Sin duda el hombre sonrió a la mujer
sin duda le trajo flores
sin duda llegó a conocer su olor entre mil
y hasta a olfatear su ropa interior
su brassiére sus pantalones
tirados sobre la cama

Años después ella pasa con un gordo contoneo
envuelta en pieles emplumadas
Su perfume es el mismo barato y dulce
lo mismo ondula su grupa de sanguijuela encantadora
tiene en cambio los ojos turbios
como dos cuentas desteñidas de porcelana

El parece un hombre serio y sobrio
con su cuentica en el Banco y su “curriculum vitae”
no hay duda de que ha sabido ubicarse en el proceso
la mira la examina de una manera abstracta
como si examinara
una cosa vieja oxidada
a la brillante luz del sol
Parpadeando estúpidamente desde un lapso de olvido
y sombra y grasa…

Tiresias ciego adivino de mamas arrugadas
Todos somos él
-o algo parecido al menos-.

Pacto – María Clara González

Por si acaso llovizna por tu calle
y quieres secar tu cuerpo
entre mis brazos

Por si el silencio te acomete
y recuerdas el lenguaje extraño
que aprendiste a mi lado

Por si regresas
a humedecer de lunas los recuerdos

Por si el trópico te reclama impaciente
entre sus verdes

O por si acaso es de noche en tu morada
dejaré la puerta abierta

Suicidio de amor – Flor Alba Uribe

Se suicidó el amor esta mañana
porque a la libertad la encarcelaron.
Pierde el amor su escudo y su gardenia
cuando la libertad no es su legado.

Desanduvo esquelas y fragancias,
la breve sinrazón de los suspiros,
crepúsculos y citas clandestinas,
la oferta propicia de los lechos
donde el placer derrumba su cascada.

Al sur como visillos la nostalgia,
al norte hubo un degüello de palomas,
por oriente nevó el sol sobre los montes,
al occidente hizo guiños la tristeza.
La música su ritmo ha silenciado
y en la boca de todos los amantes
el beso deambuló desorientado.

¿Y qué haréis, ahora, enamorados,
si murió el arquitecto de los sueños,
para qué vuestras torres y castillos
en azules comarcas levantados?
¿Qué destino daréis a la sonrisa,
que fue para el amor puente y divisa
y en tiernas lides su mejor soldado?

Y la víscera roja del costado,
que llaman corazón, forja de ensueños,
¿detendrá su palpitar desamparado?

Ojos para el deseo iluminados,
desnudos cuerpos, sazonada fruta,
roja vendimia y deleitosa culpa,
perderán su irrevocable postulado?

Se suicidó el amor, jazmín y hoguera.