Blanco primero, luego renegrido
por el fuego curtiéndole la espalda.
San Lorenzo doméstico, respalda
el credo vegetal de lo nacido.
Su luna de metal enardecido,
el verdor terrenal junta y escalda;
y entre crujidos olorosos salda
las diferencias del sabor reunido.
En el ocio después, de un calvo alzado,
o mudo, horizontal, abandonado
frío en mortal quietud inexorable,
-péndulo, fruta, nota, cerradura,
península, alfiler- en su figura
una lágrima negra inexplicable.