Pensarte así: la sombra, deslumbrada,
se pliega al resplandor de tu sonrisa,
retrocede ante ti, pasa, sin prisa,
de gris a rojo, de naranja a nada.
Imaginar aún más: la desbandada
súbita de palomas que, imprecisa,
despliega a contravuelo de la brisa
la claridad de su bandera alada,
no es más que tu disperso pensamiento
que tiñe los colores de la tarde
con la luz que devana tu cabeza.
Palomar golpeado por el viento:
cierra los ojos, guarda -pues ya arde
en el cielo bastante- tu belleza.