Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.
Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.
Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,
No sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: qué me admiro?
Quién en amor ha sido más dichoso?
Que gran poeta fue esta mujer. Cada soneto es una vida, una experiencia profunda, un desahogo dulcísimo. Me hubiera encantado conocerla en persona.
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